sábado, 11 de diciembre de 2010

La Mosca


Su zumbido me molesta, me rodeo y  no entiendo lo que quiere.
La ahuyento, sacudo mi mano con fuerza pero todavía sigue, intenta acercarse.
No me detengo quiero que se valla, no soporto el zumbido.
Fijo mi mirada hostilmente en ella, en ese instante observo su mirada.
Como queriéndome decir algo, como queriendo explicar algo, como…
Me detengo y permito que vuelva a darme vueltas  alrededor,
Que la confianza se apodere de nosotros y el zumbido empieza a eclipsarse.

En ese instante empezamos a entendernos, a contarnos sobre nuestros mundos.
Ella me explicaba su difícil situación y yo le exponía la mía,
Un rato largo estuvimos, el sol comenzaba a esconderse y la brisa empezaba a soplar.
Entonces cada uno decidió seguir su camino; ella, la mosca, pequeño insecto incapaz de expresarse y contar así su andar por esta vida; yo, un chiflado, que se deparo en ella unos segundos, quizás unos minutos o si fuera necesario unas horas, nosee.
Solo se que aprendí a entenderlas, el zumbido se transformo en música, y su vuelo alrededor mío fue un cotejo de afecto.
Solo la entendí, o intente, le preste mi oído que fue suyo por un momento,
Y así partimos los dos satisfechos, así solamente como si nada hubiera pasado
Nada solamente un encuentro entre dos especies que ahí se entendieron.

Ahora me detengo y pienso si fue verdad, las moscas se acercan de nuevo,
Me rodean y me zumban alrededor, son muchas y no se detienen,
Mi confusión ahora es muy grande, porque ahora no las entiendo,
Solamente las siento y las contemplo rodeándome, en su ritual.
Ahora pienso, ¿Habré hablado en ese dialecto extraño enserio?¿o no?
Ya no lo se, el recuerdo solo queda y este instante.

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